domingo, 2 de marzo de 2008

UNA LARGA MARCHA

Fue el día. Después de varios meses conociéndoos era necesario saber hasta dónde podía llegar Letrada. Paseos de dos, tres horas y variadas rutas han propiciando el conocimiento entre ambos. Pero ayer fue el día de probar una larga marcha con la potra que cumplirá el mes próximo los cuatro años. Salimos a las diez y media de la mañana, volvimos a las 17.15 horas. Casi siete horas de marcha con un descanso de 10 minutos y algunas breves paradas, muy breve, por imponderables. Casi como es habitual bajamos a la Fuensanta por el corredor de Acosol y de ahí camino arriba hacia el puerto de los Carneros para continuar entre descensos y subidas por el camino de Mijas hasta la conexión con el de Sierra Parda para volver a la cuadra por una ruta alternativa de veredas y senderos hasta entroncar de nuevo con el camino de La Fuensanta y de ahí a la cuadra. ¡Sorprendido! porque de ida Letrada fue a un buen ritmo de andadura sin la mayor ayuda que la voz y débiles toques en los flancos. Pero mi mayor sorpresa fue al iniciar el camino de retorno por Sierra Parda que la potra se bebía un camino desconocido para ella y que lo hizo a un ritmo superior y de cuando en vez, sin pedírselo, sino dejada a su ritmo, se ponía al trote. Me sorprendió porque la reacción pudo ser debida a su orientación por el regreso buscando la querencia. Dejada llevar por su instinto en librar rápido el camino desconocido, o por su propia sangre. De cualquier forma quedé muy satisfecho pero más cuando al encarar los últimos tramos del recorrido y viendo que aún tenía sangre, (en realidad yo no la noté cansada), encaramos una ruta de un corta-fuegos con una pronunciación bastante acusada en subidas y bajadas que la potra se bebió sin ayudas. Cuando hubimos terminado el paso del corta-fuegos me dí cuanta que en algún lugar del largo recorrido había perdido la chaqueta. No era de valor, pero consideré que podía ser otra buena oportunidad para exigirle más a Letrada. Lo hice, volvimos al corta-fuegos, y esta vez, sí, eligiéndole por la premura del tiempo, subió con prontitud, sin el más mínimo abatimiento y por fortuna a la bajada muy pronunciada de una parte del corta-fuegos lo encontré. Reanudamos el camino que se hizo a la misma marcha con la que lo empezamos. Satisfecho, muy satisfecho de Letra. Llegando a la cuadra Alfonso, un vecino, preocupado me inquirió si no había sido mucho para la potra y si no me había renunciado. Lleno de orgullo le conté y añadí con un poco de sorna: "así quiero yo mis caballos... si no, para hacer morcillas"