Melón es un perrito gracioso y dulce, ahora tiene un año, pero cuando llegó a casa solo tenía dos meses. Le encanta pasear, divertirse y jugar con Kazán, jugar hasta la extenuación. Melón sale a pasear con mi perro blanco y Letrada y no le importan las distancias.
Hemos salido tarde. El sol hierve arriba y las sombras solo irradian calor. Camino de La Fuensanta, emprendemos el ascenso buscando los cerros dónde Alonso tiene su potro Hispano árabe. Pasta el careto junto a la yegua alazana árabe y la anglo. Llegamos a través del almendral y allí estaban coleándose las moscas, y ramoneando briznas de la hierba hirsuta y seca que por los parajes queda. Descansan los perros bajo un matorral, y seguimos ascendiendo. Letrada en el camino se había puesto chula. La luna estaba en fase nueva y debía estar en celo. De manera que no dudamos en emprender un ascendente galope, para rebajar intenciones. Kazán nos siguió en el ascenso un buen rato hasta que la distancia en el galope lo supero con creces. Nos detuvimos en una curva dónde se divisaba gran parte del recorrido. Sudaba jadeante Letrada. Kazán tardó en alcanzarnos... ¿Pero, y Melón? ¿Donde está Melón? Rápidamente bajamos en su busca hasta que lo encontramos un kilómetro más abajo, emprendiendo viaje de vuelta, desanimado por no llegar a alcanzarnos. Le silbé, lo llamé por su nombre y viéndonos comenzó a ladrar y volviéndose acudió hasta dónde nos detuvimos a esperarlo. Llegó jadeante y cansado. Pero a mi voz continuó la marcha, unas veces al lado de Kazán, otras tras Letrada. Pero Letrada parecía no tener bastante con aquel galope, y debí emprender la ascensión por el corta fuegos que se nos presentaba delante para atajar al camino del Cerro de los Granizos. La potra se bebió la ascensión no sin fatiga. Kazán llegó cinco minutos después andando y Melón cuando llegó casi había desaparecido el sudor de Letrada. Se tumbó bajo un erguén a lo largo de su anatomía y descansó.
Letrada no estaba normal. Había protestado varias veces en el camino habitual y hube de forzar un razonamiento a base de espuelas y de vara, aunque la mejor solución fue el convencimiento motu proprio. En un renuncio ante una zanjita insignificante a mis ojos. A los suyos se vio que no. Hube de bajarme, distraerla con el chapoteo de los perros en una charca, y hacerla pasar varias veces. Letrada es una señorita bastante remilgada, que exige dureza con mano suave.
Después del ascenso por el cortafuegos iniciamos la bajada hacia el río por el carril pedregoso del gas y en un par de ocasiones hube de parar y volver a buscar a Melón que en una sombra había quedado descansando. Al fin, al llegar al riachuelo, Kazán y Melón se tumbaron en el agua y se refrescaron. Sin embargo para Melón no fue bueno el refrigerio, a mitad del camino de vuelta, por el corredor de Acosol, lo perdí y cuando llegué a alcanzarlo, vuelta la grupa a la potra, lo vi venir trompicándose, cayéndose y volviendo a trompicarse, hasta que de repente desapareció de mi vista. A galope lo busqué, y al encontrarlo estaba como muerto, desmonté y lo aupé a la silla. Notaba que respiraba pero muy débilmente. Nos apresuramos al regreso y cuando llegamos lo metí en la acequia dónde estuvo un buen rato... hasta que de nuevo se hidrató. Nunca había tenido una experiencia de este tipo... y Melón lo pasó muy mal.
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