DE EXCELSIOR.COM MÉXICO
El jockey mexicano sostiene que la hípica en California está en extinción y por ello decidió desplazarse a Nueva York
Su carrera ha sido una historia de ascensos y descensos pronunciados. Nacido en Tulancingo, Hidalgo, undécimo de doce hermanos, aprendió a montar caballos de rancho antes de soñar con pistas iluminadas. A los 17 años, en Ciudad de México, conducía un autobús para pagar su formación como jockey. En 1990 emigró a Estados Unidos sin hablar inglés; en 1992 ya era aprendiz destacado en California. Desde entonces, su nombre quedó grabado en el palmarés de los grandes hipódromos: War Emblem (2002), California Chrome (2014) y el inolvidable American Pharoah (2015) lo llevaron a la cima. Su Triple Corona, con la Breeders’ Cup Classic incluida, fue un Grand Slam que lo inmortalizó.
Pero la gloria no lo blindó contra el infortunio. El 22 de julio de 2018, durante un entrenamiento en Del Mar, el caballo Bobby Abu Dhabi colapsó por un paro cardiaco y Espinoza salió disparado. La caída le fracturó la vértebra C3, dañó su pelvis y le dejó un entumecimiento persistente en el brazo izquierdo.
Fue más difícil el accidente que cuando empecé a montar. Cuando regresas, muchos dueños y entrenadores ya no quieren arriesgarse a montarte… todavía, después de ocho años, me preguntan cómo estoy”, recuerda. La rehabilitación fue lenta, dolorosa, y por un momento el temor de no volver a caminar lo eclipsó todo. “Yo no pensaba en si iba a montar otra vez… lo único que quería era recuperarme”.
En enero de 2020 volvió a las pistas. El cuerpo respondió, pero el negocio no siempre lo hizo. La memoria de la caída persiste en la mente de quienes deciden a qué jinete le confían un caballo de millones de dólares. Por eso el cambio de costa no es sólo geográfico: es un intento de reescribir su historia en circuitos donde el prestigio y las bolsas aún permiten soñar en grande. Ya ha ganado un par de carreras importantes en Canadá y Kentucky. No se trata de coleccionar triunfos menores, sino de estar cerca de ese potro que pueda devolverlo a una portada mundial.
Siempre hay esperanza de encontrar al siguiente American Pharoah”.
En sus viajes recientes a México, después del accidente, encontró un país distinto al que dejó.
Antes sólo había ricos y pobres; ahora hay mucha clase media… está increíble. Ojalá siga así”, comenta. Pero su base de operaciones está, por ahora, donde corren los caballos que pueden cambiar la temporada de un jockey. Saratoga en verano, Keeneland en otoño, Churchill Downs en primavera: el triángulo de oro de la hípica estadounidense.
Víctor Espinoza no corre contra el tiempo, sino con él. Sabe que la edad es una estadística que los propietarios miran de reojo, pero también sabe que ningún dato borra la pericia para leer una carrera en fracciones de segundo. Su renacer no es un capricho de gran figura que se resiste a colgar las botas; es la continuación lógica de una vida que, desde Tulancingo hasta Nueva York, ha sido un galope ininterrumpido. Ahora, en las frescas mañanas de Saratoga, vuelve a ajustar sus arreos y a mirar hacia la recta final.
No hay comentarios:
Publicar un comentario