Sigo en este articulo las notas tomadas del libro "EL CABALLO ESPAÑOL E HISPANO ÁRABE" que ha escrito José Aguilera. Aguilera ha estudiado y compendiado en este libro referencias importantes al caballo en los tiempos árabes. En el se dicen cosas curiosas e interesantes que no está de más saber y aplicar si nos conviene o no.
Para los árabes, que no olvidemos mezclaron las sangres de los caballos que trajeron de sus tierras con las de los caballos originarios de la Iberia, amén de conservar en pureza sus orígenes, los mejores caballos eran los de color gris ceniza. Los manuales ecuestres hacían referencia a que en Persia se concedían a estos caballos importantes virtudes. "Incluso nadan, salvando la vida a los jinetes que los montan"
Para otros estudiosos del caballo el mejor era el negro puro, tresalbo, sin calza en la mano derecha. Y a falta de este el bayo oscuro que tenga las mismas señales. El más resistente el alazán.
Mucho bebió el árabe de la sabiduría persa que asimiló como suyas máximas como la de que las "yeguas en celo se las utiliza para cría pero sólo cuando tienen de tres a diez años, no más tarde" y que se "dedicaran a sementales los caballos cuyas virtudes estén comprobadas, que se conozca su descendencia y se tenga experiencia práctica sobre los mismos". "Los sementales deben tener de 4 a 10 años y estar libres de defectos hereditarios, tales como la dureza, fiereza o indocilidad" Pero la duda es si será o no buen semental. Si nos ligará o no con las yeguas. Los árabes lo resolvieron haciendo la siguiente prueba. La cosa es tirando con los dedos índice y pulgar de la piel de la frente del caballo. Si al soltar el pellizco la piel vuelve a su sitio rápidamente y queda igual, el animal será un buen semental. Si no ocurre así el animal es débil e imperfecto. Los árabes resolvieron así uno de los dilemas más importantes de las grandes cuadras de cría caballar.
Por supuesto dentro de la ética del buen criador está la de evitar e impedir que el caballo se cruce con su madre, hermana o hija.
Para ciertos climas es conveniente no olvidar que "la procreación es a partir del 22 de marzo y hasta el 22 de mayo" y que se deberá cuidar a la yegua preñada resguardándola del frío, no emplearla en trabajos, no sacarla a pastar ni montarla. El frío perjudica los embarazos de las yeguas.
Los árabes no solían montar yeguas, es más era una costumbre generalizada en toda la Edad Media, las yeguas solo se montaban cuando se hacían traslados, pongamos por caso, de campo de batalla en campo de batalla, pero se guerreaba con el caballo. Si en una de estas la yegua se ponía en celo y no se veía conveniente preñarla, los árabes resolvían el celo cortándole las crines y se le pasaba.
Ya preñada, otra de las preocupaciones del criador es la posibilidad de que el preñado no llegue a buen fin y aunque entre dentro de la incredulidad cuando se tiene temor de que la yegua aborte debe colgársele un trozo de ámbar a la yegua. Otro de los remedios que nos traslada José Aguilera en su libro es el de coger paja y cocerla con "cuatro libras de leche fresca. Después se cocerá cebada lavada y se le dará a comer todo ello durante una semana. Si al principio tuviera dolores, le darás este alimento 14 o 21 días".
Cuando nazca el potro si observamos que tiene la frente pequeña deberemos desecharlo pues estos nacidos serán de mayores más débiles.
Durante la cría del potro iremos observando sus quijadas, su frente, sus ojos. En su observación deberemos observar una serie de caracteres que nos van a dar la dimensión de su nobleza y de su generosidad. Las quijadas lisas y delgadas. La frente amplia. Los ojos soberbios, grandes y si negros, mejor.
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