miércoles, 20 de febrero de 2008

LUNA PREÑADA DE TAPETE

Ha sido una sorpresa, aunque me lo sospechaba. El veterinario ha vuelto a ver a Luna para prepararla para la segunda inseminación y se ha encontrado con que estaba preñada. Dice que no lo entiende. Yo menos. Sin embargo tengo una teoria. Hay que remontarse al articulo: Luna se pone chula. Me dió la tarde. La forcé mucho. La cansé tanto que por agotamiento se entregó. Aquel día me mosqueé. Pensé que aquella reacción era de yegüa preñada. Por entonces hacía un mes de la inseminación. Luna había tenido reacciones como cuando la compré, que venía preñada, y yo no le hice caso al tratante. Se quejó de la cincha. Aunque la boca nunca la tuvo en orden, en las dos ocasiones protestaba más... y en fin rechazaba cualquier esfuerzo, hasta su lesión se acentuaba más. Bueno, aunque esté fea la comparación, como cuando una mujer tiene esos tres primeros meses de embarazo. A veces insoportables. Bueno, ya está todo bien. Ahora a cuidarla y a montarla con suavidad y a esperar al mes de octubre que será, Dios mediante, el parto.

LETRADA Y LA LLUVIA


Llovía moderadamente, aún así me decidí a montar. Tenía que comprobar las reacciones de Letrada en un día de lluvia. Sabía que se avecinaba un resfriado si lo hacía, pero era necesario probar la potra en estas condiciones climatológicas. La cepillé, la puse guapa y le eché la inglesa a los lomos. Ajusté la cincha, púseme las polainas y las espuelas y me subí. Ni un mal gesto. Es ya una aceptación del jinete. Eso es bueno. Tiene confianza en mi. Emprendimos un camino conocido, desde la cuadra por el corredor del desagüe hasta la Fuensanta, desde allí por el Cerro de Los Granizos hasta el río y de vuelta a la cuadra río arriba. A escasa media hora la lluvia arreció. Paré, me bajé, ajusté la cincha, que de esa montura y para esa yegua, me trae por el camino de la amargura, y me eché un capote encima. Me llamó la atención que no se asustara del nuevo elemento. Volví a montar, ajusté las riendas en mis manos con guantes y reanudamos la marcha. Algunas veces el viento hacia volar mi sombrero, y otras los vuelos del capote. Salvo alguna mirada nada extraño advertí en el comportamiento de Letrada. Llovía y el viento era frío en el alto del cerro de Los Granizos, la vista que desde allí contemplaba, acercaba Puerto Banús al cielo. A decir verdad era el cielo el que bajó a Puerto Banús. Todo transcurrió como lo había previsto, incluido mi resfriado. El recorrido de dos horas y media, empapado.