miércoles, 9 de abril de 2008

LAS CODORNICES


En estos días, antes de las actuales lluvias, que el campo agradece, y los animales invierten en dormitar. Luna pace en la fresca hierba su maternidad. Entre tanto, Letrada, Kazán y yo paseamos a través de los montes, caminos y riachuelos de esta tierra, que cada día nos enamora más, a no ser por la plaga de motos que hieren su suelo. Kazán en su ir y venir, en su recorrer, como buen can, dos veces el trecho, ha levantado una codorniz. El estrépito hace estremecerse a Letrada que empinando las orejas, la observa en su vuelo y la sigue con la vista hasta que se pierde entre la maleza de los cerros. Kazán se sorprende. No ladra. No creo que sepa ni siquiera lo que es una codorniz. Vuelve sobre sus pasos y en la linde del camino, buscando un húmedo frescor, se echa, aunque sea solo tres segundos, hasta que llegamos a su par, dónde vuelve a incorporarse para proseguir la marcha. Al ir llegando a la cuadra Letrada relincha con pasión buscando lo propio de Luna. Allá dónde la echa de menos, lo hace. Cuando llegamos, ellas se entiende. Creo que son felices con lo que hacen. Yo sí, con lo que hago. ¡Ya me gustaría hacerlo más a menudo!

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