Hay sendas en la ruta que hacen el paseo a caballo una experiencia inigualable. Sentir el aire en el rostro frente al Mediterraneo es impagable. Mirar de frente los caminos, recorrerlos con polvo y barro, oyendo las herraduras de Letrada, sintiendo su ritmo entre las piernas y su boca en la mano, tiene una magia que solo los que alguna vez la han probado pueden comprender.
En los atardeceres, ya de vuelta a la cuadra, un grupo de vacas con sus terneros nos cortan el paso. Se rebotan los animalitos mientras las madres en lentas miradas radiografian a los intrusos de su paz, y procesan el peligro. Nada que temer.
En los atardeceres, ya de vuelta a la cuadra, un grupo de vacas con sus terneros nos cortan el paso. Se rebotan los animalitos mientras las madres en lentas miradas radiografian a los intrusos de su paz, y procesan el peligro. Nada que temer.
Al cruzar el río, Letrada pone cuidado. Es pedregoso el terreno y no pisa con la firmeza que propone su ímpetu.
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