"La longitud y engallamiento de su cuello; la pequeñez de su cabeza, de perfil cóncavo, tendente al triángulo, la frente amplia, los ojos grandes, separados y expresivos, los ollares abiertos; el lomo recto; muy buenos aplomos y un excelente equilibrio; y la inserción de la cola alta, lo que facilita el arqueado hacia arriba. Todo, en un esqueleto diferenciado de cualquier otra raza: con dos o tres vértebras lumbares menos, con mayor capacidad respiratoria en relación a la alzada, dada por la forma cilíndrica de su tórax. Los miembros enjutos, rodillas más bien bajas y grandes, para un movimiento fácil, armonioso, ágil y eficaz...Y, sobre todo, su "presencia", esa forma de estar abierta y desafiante, que es la revelación de una gran fuerza interior, del orgullo de la raza.
G. Moreno Abril, "Granada, el caballo árabe, 1992", Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de Granada, 2 (1991), pág. 90).
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